"Los mitos son las almas de nuestras acciones y nuestros amores. No podemos amar más de lo que creemos". Paul Valéry

sábado, 16 de marzo de 2013

EL TAJO DE ROLDÁN

Frente a la costa de Benidorm se sitúa una pequeña isla. Da la casualidad de que justo en frente, en la península, se encuentra la montaña Puig Campana, a la cual le falta un pedazo de roca en su cima. Este hecho ha dado lugar a diversas leyendas.

Una de esas leyendas cuenta que hace muchos siglos vivía en aquellos solitarios parajes un gigante llamado Roldán. Éste era el dueño y señor del lugar; si los animales le atacaban, en dos zancadas Roldán se había puesto a salvo, y cuando el calor era sofocante, llegaba rápidamente al mar. A pesar de todo, el gigante no era feliz. Había algo que faltaba en su vida, algo que diera sentido a su existencia.

Un día, cuando se dirigía al mar para bañarse, cuando vio a una joven jugando despreocupada con el agua. Cuando percibió la presencia de Roldán, se volvió y en vez de asustarse y salir huyendo, ésta le ofreció un cuenco de agua. La joven rió y el gigante hizo lo mismo, sintiéndose por primera vez feliz. Desde ese momento no se separaron.

Los dos vivieron en la cabaña que el gigante había adecuado para que la joven estuviera cómoda y dormían juntos bajo las estrellas. Pero la dicha no duró mucho. Un día, cuando Roldán volvía a la cabaña, se cruzó con un ser extraño, parecido a una sombra. El gigante le preguntó por su identidad, pero el ser no respondió. Lo único que dijo fue:

Corre si quieres encontrar viva a tu compañera pues cuando muera el día acabará también su vida. Cuando el último rayo de sol abandone tu cabaña, morirá.

Roldán partió veloz hacia su cabaña y efectivamente encontró a la joven moribunda. El gigante se quedó petrificado, sin saber como reaccionar. Tenía miedo de que un pequeño movimiento pudiera romper el frágil hilo que la unía a la vida. Lo único que se atrevió a hacer fue amenazar al astro rey para que frenara su carrera. El gigante se repetía una y otra vez la profecía:

"Cuando se oculte el sol, cuando su último rayo desaparezca de la faz de la tierra, morirá, morirá, MORIRÁ..."

El sol seguía su camino, ocultándose cada vez más tras el Puig Campana. Enloquecido, Roldán corrió a la montaña y de un puntapié arrancó un enorme pedazo de piedra, que fue a parar al mar. Por el hueco creado, el sol continuó iluminando la cabaña, lo que concedió unos instantes más de vida a su amada. Pero el sol despareció por completo, sin que el gigante pudiera hacer nada, y la joven murió.
Roldán la cogió en brazos y caminó guiado por el plateado resplandor de la luna. Atravesó la playa y se adentró en el mar. Así fue como llegó al islote recién creado y depositó allí a la joven, de la que nunca se separó.


domingo, 3 de marzo de 2013

ORIGEN DE LA PALABRA "TESTIFICAR"


Existen varias versiones sobre el origen de la palabra "testificar". La más fiable dice que proviene de la palabra testigo y ésta a su vez del vocablo íbero testiguar. Esta palabra deriva a su vez del latín (testificare), compuesta de testis (testigo) y facere (hacer).

La palabra testículo proviene también de testis y añade el sufijo culus que denota un tamaño pequeño. Por lo tanto, etimológicamente testículo significa testigo pequeño. Es a partir de esta interpretación de donde se desprende la segunda versión; los romanos juraban decir la verdad apretándose los testículos con la mano derecha, comprometiendo dicha parte si mentían.

La tercera interpretación dice que después de los cónclaves y antes de que el Papa fuera nombrado definitivamente, tenía que pasar una prueba realizada por otro cardenal. Dicha prueba consistía en asegurarse de que el futuro Papa era de verdad un hombre, y para ello otro cardenal debía tocarle los  genitales para testificar el sexo del aspirante. Esto era necesario para evitar el fraude de elección de una mujer.