Existió en Siria, en el siglo XI, un fanático musulmán conocido por todos como "el Viejo de la Montaña". Estaba al frente de un pequeño ejército con el que ejecutaba las más cruentas venganzas políticas y sometía mediante el terror a la población de la región.
Los jóvenes reclutados para su ejército eran adoctrinados y, según cuenta la leyenda, les prometía el paraíso eterno llamado "el Jardín de Alá". Para que el fueran siempre fieles, había creado en su fortaleza de Alamut, un jardín inmenso, lleno de las más variadas hierbas, flores y frutos, arroyos, comida, bebida y bellas mujeres. Había creado el paraíso eterno. Antes de entrar en la fortaleza, sus adeptos eran obligados a consumir hachís (en árabe hassis). Bajo los efectos de esta drogas, los jóvenes eran conducidos por la fortaleza, creyendo haber llegado al Paraíso. "El Viejo de la Montaña" les prometía que si morían por su causa, él mismo les conduciría de nuevo al "Jardín de Alá", por lo que los adeptos estaban dispuestos a cualquier cosa.
Este ejército también consumía hachís antes de salir de correrías, por lo que los guerreros se volvían aún más crueles y despiadados. Por esta razón, se les comenzó a conocer como los "hassasí", que en árabe significa "consumidor de hachís". Esta palabra no tardó en extenderse, y cualquier matador era designado de este modo.
El anciano líder tuvo una serie de sucesores que continuaron con su estrategia de reclutamiento, así como su sangrienta forma de dominación, hasta que el último de ellos fue capturado y ejecutado por Gengis Khan.
La palabra aparece usada por primera vez en el español hacia el 1300, variando su escritura hasta el siglo XVIII, cuando fue introducida en el Diccionario de la Lengua Española. Alguna de sus formas fueron: anxixín, assesino, acecino y assasino. Este vocablo fue traído por los cruzados desde Cercano Oriente, dejando huella también en el francés (assassin) y al italiano y portugués (assassino).